domingo, 15 de junio de 2008

Y vino el Raton Perez y se lo llevó.

Reunion anual de Ratones Perez.




LA INCREIBLE HISTORIA
DEL
RATONCITO
PÉREZ


La otra noche un vecino loco que tengo me destrozó la cara a golpes. Me tocó timbre y me preguntó “Disculpe, ¿usted es mi vecina?” “Sí”, le dije. “¡No, no! ¡Odio tener vecinos!” se puso a gritar él y comenzó a pegarme. “Alberto, Alberto –porque se llama Alberto- Alberto, le decía yo, piense un poco: el concepto de vecino varía de persona a persona. Si usted quiere yo bien puedo NO ser su vecina.” Y con esa frase se calmó y volvió a su depto. Para algo me sirvió hacer el CBC de “Psicología práctica para las masas enardecidas” en la UBA. Bueno, cuando se fue, recogí mis dientes rotos del suelo y me acosté a dormir. Tipo dos de la madrugada siento una molestia en la nuca, como si la almohada estuviera moviéndose... “¿Qué te pasa?”, le dije a mi novio, “¿otra vez te llevás la almohada para tu lado?”. “Yo no me estoy llevando nada, tarada, dormite de una vez”, me respondió el. Y resulta que levanto la almohada para mirar abajo, y me encuentro... o sea, no es fácil decirlo porque cada vez que lo cuento todos me toman por idiota, que lo soy pero no tiene nada que ver con esto, levanto la almohada y... bueno, ahora les cuento, pero no me tomen por loca, eh. Les cuento: debajo de la almohada estaba el ratón Pérez mirándome fijo y mal. Sí, sí: era Pérez. No me pregunten como lo supe, pero lo supe. Yo primero me cagué en las patas, o sea, al ratón no le cabía una y me estaba mirando muy mal y estaba debajo de mi almohada y, viste, entre la sorpresa y eso no sabía si atacarlo, gritar como una histérica o despertar a mi novio, pero por ahí era una alucinación mía y yo ya me veía despertándolo y diciéndole que estaba el Ratón Pérez debajo de la almohada y el como mínimo me iba a golpear la cabeza con el cajón de la mesita de luz. “¿Qué pasa, chabona: te pensaste que no existía?” me dice Pérez, “Vine a buscar esos dientes rotos que dejaste, y agradecé si te doy dos mangos con 10”. Bueno, no será para tanto, decía yo. “¿Qué no será para tanto? ¡Agh! Son una basura: sucios, llenos de sarro. En el mercado de dientes usados no me van a dar nada por esto. Seguro que hace como dos décadas que no pisás el consultorio de un dentista, maricóna!” me dijo. Yo intenté calmarlo diciéndole: “Sr.Ratón, Sr.Pérez, por favor, sea amable conmigo para que ambos podamos sobrellevar esta agradable conversación con respeto y placer...” Y ahí Perez se calentó mal: me escupió la sábana, sacó una hondera chiquita del bolsillo y empezó a tirarme directo al ojo con todos los dientes recogidos esa noche. Claro: en sí los ratones no suelen ser muy simpáticos y encima éste había trabajado toda su vida de recolector y eso evidentemente había terminado de anular su capacidad de relacionarse civilizadamente con la gente. “¡Imbécil!” -me dijo agarrándome del nudo de la corbata (porque yo duermo con corbata)- “Agarrá una noche y paseate por toda la Capital recogiendo dientes babeados de las almohadas de los pibes sin despertar a nadie y si alguno te vé se pone a gritar y a tirarte raid y vos arriesgando tu vida por un diente sucio. Decime si no te vas a sentir una resentida social. Ya son años que tengo de esto, hacelo vos a ver si te lo bancás y encima me pedís amabilidad, GILA!”. Bueno, Perez -le dije yo para calmarlo- ¿querés tomar algo? ¿un vino, algo?. “¿Tenés grappa?”, me dijo. “Sí”. “Bueno, dale”. Y fuimos a la cocina y nos sentamos y empezamos a hablar. El ratón se bajó botella y media de grappa, la otra mitad la tomé yo y, al calor del alcohol, empecé a preguntarle cosas, preguntas obvias, como cómo sabía a quienes se les había caído un diente esa noche y me contestó que la empresa para la cual trabajaba todas las mañanas le mandaba un listado a la puerta de la casa, pero no quiso darme más datos ni del nombre de la empresa ni para que querían los dientes. Según me dijo, algunos periódicos sensacionalistas la habían puesto cámaras ocultas para espiarlo por todas partes. Después ya un poco más borracho y en confianza se me puso a contar anécdotas curiosas, que en una época le había salido un tal ratón Jiménez competidor que iba por las casas pegándoles golpes en las encías a los nenes para poder llevarse más dientes, o repartiendo volantes que decían “Ratón Jiménez paga mejor, con su diente una placa bacteriana de regalo” y así nos quedamos hablando toda la noche. Después se despertó mi novio, vio la luz de la cocina encendida, me encontró emborrachándome con un ratón y empezó a los escobazos. “Esta bien que nadie quiere ser tu amigo”, me dijo, “pero tampoco con una rata”.
Esa noche Pérez huyó, pero yo lo seguí viendo de cuando en cuando en un barcito del centro. Él se sienta en mi rodilla y nos quedamos bebiendo toda la noche. La última vez que me lo encontré me contó que andaba cansado y con ganas de dejar el laburo. Me preguntó si no quería agarrar el puesto vacante. “¿Estás loco?”, le dije, “como para andar haciendo de ratón Pérez estoy yo. Me encuentran los padres de la criatura manoteando debajo de la almohada del hijo y que querés que les diga: ´Soy Pérez´, termino presa... ¿no tenés algún otro amigo para ofrecérselo?” “Sí, pero es una tarántula y capaz la hacen mierda la primera noche, ¿te la imaginás llevando los dientes a la pobre? Bueno, no, supongo que de mientras seguiré yo, que le voy a hacer”. Y esa fue la última vez que lo ví al pobre Pérez, hace como cuatro meses.
¿Saben qué? En su honor me voy a tomar una grappa. Salud.

3 comentarios:

el radionauta dijo...

yo solamente conozno a un gato y no es perez de apellido, que se dedica a chorear camas enteras..

el gatón Rénez!


me voy a buscar tus dientecitos a mi cama.. y me los voy a comer..ñañaña..


ya te extrañO.

Maikita dijo...

Excelente blog, tomé tu imagen de ratones de tu blog, si hay problemas, me avisas y los quitaré

Marcos dijo...

Excelente lime nena!!!! :D